El otro día, en clase de pintura, mientras intentaba reprimir mis ganas de tirar el cuadro que estaba haciendo por la ventana, empezó a sonar esta canción en la radio. Entonces, no sé muy bien por qué, empecé a sentirme mejor, sin embargo, a la vez, podía sentir como las lágrimas es esforzaban por no surgir de mis ojos (bueno, quizá esto se debía a mi anteriormente mencionada frustración con la pintura). No sé, el caso es que esto me hizo pensar en lo que puede hacernos sentir la música, en como las notas, dependiendo de como se coloquen, pueden hacernos sentir tan pronto eufóricos como totalmente deprimidos.
Y la verdad es que después de eso volví a entrar en la realidad de esa cosa fea que se hacía llamar cuadro, y esos sentimientos pasaron a un segundo plano. Sin embargo, ese día me di cuenta de algo, y volví a mi casa feliz de saber que una de las pocas cosas de las que estoy segura es de que no puedo vivir sin la música.